29 de abril de 2011

Fucking brain ,

Es inexplicable, infundamentable (palabra inexistente) que ya transcurridos tantos días siga viéndolo. ¿Es realmente necesario que tenga que verlo irreparablemente cada noche? Mis días son pacíficos, no hay rastros de nada que se parezca al dolor: salvo las sombras en las que él habita. A veces las veo en la mañana y muchas otras veces cuando cae el sol: pero puedo vivir así. Es una tortura soportable. La noche es inevitable. No solo es la culminación del día; es la culminación de mi bienestar diurno. Es en la noche cuando no puedo escapar: no puedo refugiarme en un abrazo, en una sonrisa, en un beso ni mucho menos en el sol. Llega la noche y me atrapa en su abrazo eterno e infinito, y mi cama se convierte en mi ataúd. Todavía no consigo discernir entre si prefiero la etapa antes de dormir o dormir. Si una es un infierno, la otra es el infierno dentro del mismo infierno. Simplemente no consigo conciliar el sueño porque mi bendito cerebro se ocupa de mostrarme unas hermosas y perfectas imágenes de "lo que pudo a ver sido". Que crueldad por dios. Solo con la ayuda del transcurso lamentablemente lento del tiempo y un esfuerzo contundente de mis seis sentidos puedo dormir. Y cuando la oscuridad misericordiosa me abraza en un estado de inconsciencia, llega la peor parte.
 Verlo, tan perfecto, con lujo de detalle queriéndome. En la más cruel de las fantasías.
Es como un fantasma que invade mi cuerpo. Inunda mi mente primero lento, la retuerce, la exprime y luego baja hacia el pecho, donde el dolor es más palpable y traspasa los muros de mis ambos estados de consciencia, y hago fuerza con mis brazos sobre mi pecho, para no sentir que me desarmo. Después corre por mis venas su fantasma, me llega a cada extremidad y cuando cree no haberme torturado lo suficiente me escuece en los ojos, y se marcha en forma de lluvia dando paso a la mañana. En la mañana me levanto sabiendo que mi rutina interminable algún día me consumirá: me consuelo con otros besos tiernos, con promesas que no serán y con la maldición de saber que mi ciclo no va a terminar.

Mis esperanzas se depositaron en otro cuerpo; adicta cómo el diabetico a la insulina Adicta a su mirada infinita, adicta a su cariño y adicta también, a sus mentiras.


20 de abril de 2011

A l e r t a : Sistema cajón

Admiro la inexplicable capacidad de mi bendito cerebro para bloquear aquellas cosas que me perturban. Repito: alabado mi bendito cerebro. Puedo contar exactamente dos meses sin una lágrima, sin angustia, sin un momento de desesperación o desolación: simplemente estoy bien, aunque no tenga explicación. Será el sistema "cajón" que puso en marcha mi corazón cuando encerró todo aquello que me molestaba; bendito mi corazón también. Ahora marcho simplemente con los recuerdos bien apretados, la frente el alto, el corazón remendado y muchas ganas de seguir.