4 de agosto de 2011

Cielo arriba, mar abajo.


Es el agua sublime, que viene lenta y silenciosa a envolverme otra vez entre sus fríos brazos. 
Fríos como la nieve, fríos como el invierno; mi mente es tan lejana al sol, al verano.
Y más que frío dolor. Dolor en el preciso instante en el que la corriente me arrastra al fondo.
Me arrastra y me golpea, me sujeta y me envuelve, me ahoga y no me deja ir.



Y fingir que todo está perfecto, mientras duele.
Tratando de localizar lo que hace tiempo se perdió.



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